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Mostrando entradas de febrero, 2008

De Vampiros I

http://locuspersis.blogspot.com De todos los relatos de terror, los de vampiros fueron los que siempre me llamaron la atención, lo que no significa que sean mis preferidos, sino que me dejan pensando. Es increíble cómo estos personajes apasionan a miles de consumidores literarios desde hace mucho tiempo. ¿Cuál es el origen? No sé. Hay muchas leyendas al respecto. Sin embargo, nunca se agotan. ¿Cuál es el misterio de su encanto? Tampoco lo sé. Quizás sea porque aún se los puede descubrir entre nosotros, ocultos de manera sutil detrás de imágenes inocentes, y hasta deseables, pero terriblemente dañinas. Escondido detrás de las niñas A principios de XX la juventud no se vivía como en nuestros días. Una joven no podía salir sin su dama de compañía. El encuentro con un joven enamorado era casi imposible. Sin embargo, a veces se podía arreglar alguna cita fugaz, clandestina; no sin correr serios riesgos. Tal es el caso de aquella joven que salía del teatro con su criada. Era una noche hermos

Leyendo el diario

Es increíble el mal uso que realizan algunos periodistas de su distinguido lugar de comunicador. Estaba leyendo un artículo de hace unos días en el sección de Cutura de La Nación donde la periodista que firmaba daba muestras absolutas de su total ignorancia acerca de la religiosidad popular, actos culturales, religión (católica o cristiana), tradiciones y atracciones turísticas. Hablaba de los carnavales y lo ponía todo dentro del mismo ítem "religión". Lo más grave es que generó un debate tal que muchos lectores llegaron a insultarse, en el foro del artículo, sin llegar a ninguna conclusión que aportase claridad a la desinformación que se virtió irresponsablemente el diario. Para escribir no basta con conocer el código de escritura, hace falta tener qué decir y decirlo bien.

Voces de media tarde

Después del fresquito que dejó la lluvia, volvió a aparecer el sol con punzadas transparentes. Las palomas volvieron a pasearse, las cotorras a robar frutas en los árboles y la chicharra a anunciar una tarde cálida. Recuerdo que cuando era chica, mi abuela rezongaba porque yo no quería dormir la siesta y pretendía obligarme inventando historias fantásticas para darme miedo. El resultado era totalmente opuesto: disfrutaba de cada cuento; decubría el sabor del silencio y el encanto de la soledad. Quizás la abuela me quería un poco, no sé. Yo no lo sentía. A vece me parecía que ella misma había protagonizado esas historias atroces con brujas y gualichos. Pero no me importaba. Era adicta esa adrenalina que me provocaba cada función. La abuela decía que era caprichosa. Puede ser... Cuando veía que era inútil tratar de asustarme me obligaba a costarme. Tampoco me importaba. Sabía perfectamente que de acostarme a dormir había un trecho que sólo mi voluntad cruzaba. No creo que me quisiera m