La otra
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LA OTRA
El velorio había
terminado y Estefi había quedado sola con su difunto marido en una vasija de
cerámica. Hasta el auto de la cochería la había olvidado en el crematorio. Con
impresión, agarró la urna mortuoria ardiente como el sol. Y recordó ese día de
calor cuando él le juró que ella era el único amor de su vida, que la otra era Marcela. Y ella le
creyó.
Ya en su casa, seguía
aferrada a la urna: parecía una piel afiebrada. Recordó la vez que él, en su deliro, la llamó “Marcela”. Luego él
le dijo que había sido porque sentía culpa. Y ella le creyó.
Buscó un lugar
significativo, que evocara momentos felices, para poner la vasija. Nada en la
casa tenía esa huella: no había fotos de viajes, de fiestas o de pareja. Nada donde
estuviesen juntos. Entonces comprendió.
La otra siempre fui yo,
pensó.
Y vació el contenido de
la urna en la basura.
Mónica C. Cena
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