Terapia
http://locuspersis.blogspot.com
Este es un tiempo de locos. Y como locos terminamos. ¡Nadie se salva!
Por la mañana, el primero que sufre nuestra esquizofrenia es el pobre despertador que recibe los más inauditos insultos. Luego, seguramente, cualquier otra cosa inanimada que se cruce en nuestro camino y nos haga perder ese valioso minuto que nos acerca a puerta.
Los que usan su propio auto, quizás, el enojo sea diferente. Pero los que usamos el transporte público... ¡Ah! ...esa es otra historia...
Al finalizar el día, el cansancio y la frustración te hacen llorar por pavadas y no falta algún oportuno que te sugiere, por supuesto con la mejor intención, que visites un profesional. "¿No estarás depresiva?", te dicen.
Eso le pasó a Carmencita, la maestra, que después de varios días de angustia y llanto, accedió a escuchar los consejos y fue a ver un psiquiatra.
Nunca había estado en un consultorio así. Conocía el del dentista, el del ginecólogo, del médico clínico, pero jamás había entrado a un lugar tan acogedor. Estaba decorado con buen gusto, con cuadros que reproducían obras famosas, plantas de interiores, muebles de cañas rústicas con almohadones de pana junto a un ventanal enmarcado por dos gruesas cortinas beige.
Carmen sintió que así quería su living cuando termine de construir su casa y así quería su jardín cuando quite todos los escombros de la construcción. ¡Ese rincón era un Edén!
Destrás del escritorio estaba el Dr X que, después de tomarle los datos, la invitó a recostarse en el diván de caña. ¿Cuánto hacía que su cuerpo no reposaba en algo tan mullido? Era un placer...
Tras algunas preguntas que le hizo el profesional, Carmen tocó el tema de los "deseos"
-¿Qué desea Carmen? diga... - solicitó el médico mientras anotaba en una libreta
Carmen sólo necesitó ese pie para contar todo lo que tenía para decir mientras miraba por la ventana:
-Quiero caminar lento debajo de los árboles, descalza, con el cabello suelto. Sentir la brisa suave sobre mi piel y cerrar los ojos para escuchar el canto de los pájaros. Quiero sentarme entre las flores y sentir su aroma hasta quedarme dormida sobre el pasto. Después, al abrir los ojos, contemplar el cielo entre las ramas que se van deshojando. Quiero retener todos los colores de la naturaleza, todos los aromas, todos los sonidos...
De pronto el silencio que había en el consultorio fue tan llamativo que Carmen se irguió para ver. Fue allí cuando vio al pobre hombre llorando sobre el escritorio.
-¿Qué le sucede? - dijo asombrada
- Yo...- balbuceó el médico- Yo... ¡Quiero lo mismo!
Este es un tiempo de locos. Y como locos terminamos. ¡Nadie se salva!
Por la mañana, el primero que sufre nuestra esquizofrenia es el pobre despertador que recibe los más inauditos insultos. Luego, seguramente, cualquier otra cosa inanimada que se cruce en nuestro camino y nos haga perder ese valioso minuto que nos acerca a puerta.
Los que usan su propio auto, quizás, el enojo sea diferente. Pero los que usamos el transporte público... ¡Ah! ...esa es otra historia...
Al finalizar el día, el cansancio y la frustración te hacen llorar por pavadas y no falta algún oportuno que te sugiere, por supuesto con la mejor intención, que visites un profesional. "¿No estarás depresiva?", te dicen.
Eso le pasó a Carmencita, la maestra, que después de varios días de angustia y llanto, accedió a escuchar los consejos y fue a ver un psiquiatra.
Nunca había estado en un consultorio así. Conocía el del dentista, el del ginecólogo, del médico clínico, pero jamás había entrado a un lugar tan acogedor. Estaba decorado con buen gusto, con cuadros que reproducían obras famosas, plantas de interiores, muebles de cañas rústicas con almohadones de pana junto a un ventanal enmarcado por dos gruesas cortinas beige.
Carmen sintió que así quería su living cuando termine de construir su casa y así quería su jardín cuando quite todos los escombros de la construcción. ¡Ese rincón era un Edén!
Destrás del escritorio estaba el Dr X que, después de tomarle los datos, la invitó a recostarse en el diván de caña. ¿Cuánto hacía que su cuerpo no reposaba en algo tan mullido? Era un placer...
Tras algunas preguntas que le hizo el profesional, Carmen tocó el tema de los "deseos"
-¿Qué desea Carmen? diga... - solicitó el médico mientras anotaba en una libreta
Carmen sólo necesitó ese pie para contar todo lo que tenía para decir mientras miraba por la ventana:
-Quiero caminar lento debajo de los árboles, descalza, con el cabello suelto. Sentir la brisa suave sobre mi piel y cerrar los ojos para escuchar el canto de los pájaros. Quiero sentarme entre las flores y sentir su aroma hasta quedarme dormida sobre el pasto. Después, al abrir los ojos, contemplar el cielo entre las ramas que se van deshojando. Quiero retener todos los colores de la naturaleza, todos los aromas, todos los sonidos...
De pronto el silencio que había en el consultorio fue tan llamativo que Carmen se irguió para ver. Fue allí cuando vio al pobre hombre llorando sobre el escritorio.
-¿Qué le sucede? - dijo asombrada
- Yo...- balbuceó el médico- Yo... ¡Quiero lo mismo!
Comentarios
A lo mejor el no tenía a quien contarle sus deseos...
Gracias por pasar por mi ventana y por tus comentarios
un abrazo
Ester-Colibrí
Saludos cordiales .
Fabiana
A veces pasa que, por más profesionales que seamos, la realidad nos supera. ¡Hay que tomarlo con humor!
María Fabiana: Felicidades por la difusión de tu arte.
¡Nos estamos leyendo!
Besos.