Historias navideñas

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Con la mirada fija en el techo jugaba a encontrar formas en las manchas de humedad. Cualquier cosa era mejor que levantarse: odiaba las fiestas de fin año y no sabía por qué. Sin embargo, se había propuesto que esta vez serían diferentes.

Muy a su pesar se levantó y se miró en el espejo. Cuando era niña hacía morisquetas ensayando distintas expresiones, ahora sus gestos grotescos sólo buscaban un ángulo adecuado para ver mejor... Un año más...se notaba.

El sonido del celular la sacó de sus pensamientos justo a tiempo antes de entrar en una cruel depresión. "Lo mismo para vos", contestó sin saber exactamente quien le había mandado el mensaje de texto y apagó el aparato. No estaba dispuesta a entrar en la carrera de mensajitos.

Eligió la ropa que se pondría y se metió en la ducha con la ilusión de salir de allí con una idea, aunque sea vaga, de qué haría de cenar.

En la calle todo el mundo estaba excitado; hasta el encargado del edificio la había saludado. En los comercios, la gente apurada y ciega, se apretujaba y se atropellaba para comprar y salir primero, como si el objetivo fuera entrar en un refugio antinuclerar. Los Papá Noel habían hecho su aparición en escena con dudosa calidad con un físico mucho más delgados y con el traje tan empapado en sudor, que los chicos no querían acercarse.

Una legión de compradores cargados de paquetes bloqueaban las calles. Analía era una más. En cada mano, llevaba cuatro bolsas que le iban cortando la circulación de los dedos. No estaba dispuesta a hacer otra salida, así que llevaba todo lo que necesitaba para la cena. Estaba llegando a la puerta del edificio pero sentía que no llegaba... cinco metros... tres metros... dos... y de pronto ve cómo las frutas que traía se desparramaban en la vereda. Algunas pudo recuperar, otras quedaron pisadas o pateadas a las alcantarillas.

Esa noche recibiría invitados: el primo de su esposo con la criticona de su mujer y la dinamita de su hijo. Estaba bastante molesta pero no iba a hacer más cuestiones y consideró cada uno de los detalles sin dejar nada al azar: la limpieza, los adornos, la comida, las cosa que pudiera tocar el nene sin romper (lo demás estaba bien guardado en el placard).

La cena transcurrió tranquila. Los invitados alagaron las manos de la cocinera y el ambiente acogedor. Analía ya no soportaba el cansancio y tomó un vaso de vino con la intención de levantarse el ánimo como habia visto en una película, pero olvidó que la vida no es ficción y en seguida empezó a sentir los efectos del acohol.

Quiso disimular su falta de costumbre y trató de seguir la conversación de la mesa con la mayor naturalidad posible, sólo que le llamó la atención el gato que arrancaba los adornos del árbol de navidad. Raro porque ellos no tanían gatos. Después vio cómo el minino se sentaba en la silla y comía del plato que estaba servido. Eso le causó mucha gracia, especialmente cuando lo vio jugar con las frutas que se le habían caído de la mesa, pero le molestó mucho cuando su prima política las pisó diciéndole "Limpiaste mal, hacelo otra vez", pero el gatito lamía el jugo que estaba en sus zapatos. De pronto todo quedó oscuro.

Llegada las doce, las campanas de la iglesia y los fuegos de artificio hicieron desaparecer al gato y a las manzanas y la trajeron a la realidad.

-¡Te quedaste dormida, querida!, - le dijo su prima política- ¿Por qué no te acostás? Se nota uqe no estás acostumbrada... al trajín - agregó burlona y rieron todos

Estaba mal. Todo estaba mal: los invitados, la comida, los detalles, su borrachera... Eso no era navidad. Fue hacia el pesebre,tomó la imagen del niño y le dijo en voz alta:"¿cuándo algo tan simple se convirtió en algo tan frío y complejo?".Con la mano en alto los saludó antes de retirarse a la cama.

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